En los últimos días, el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, ha emergido con fuerza como uno de los referentes regionales que mejor representa la tensión política entre los intereses del departamento y las decisiones del gobierno nacional. Lo hace no solo con discursos provocadores, sino con hechos y denuncias concretas que apuntan a lo que él califica como una presidencia sorda ante el sufrimiento y la vulnerabilidad de la tierra olvidada.
El choque en Sonsón: entre el silencio nacional y el clamor local
El episodio del 12 de octubre en la vereda El Porvenir, municipio de Sonsón, marcó un hito. Durante un operativo militar contra el Clan del Golfo, más de 400 personas habrían salido en apoyo a los criminales, atacando a soldados, arrebatando capturados y el cuerpo de un fallecido. Rendón no se contuvo: declaró que esos hechos son sintomáticos del Estado que ha perdido legitimidad en territorios donde las estructuras del crimen ofrecen protección en lugar del Estado.
En su cuenta de X, también cuestionó al Gobierno nacional por negociar con esos mismos actores criminales desde Catar, afirmando con crudeza que esas alianzas muestran el verdadero rostro de la polémica “paz total” del presidente Petro. “Estos son los narcos con los que se negocia en Catar. Esta es su paz total”, escribió el mandatario departamental.
Rendón exigió al Ministerio de Defensa y a la Fiscalía acción inmediata, protección para las tropas y garantías de que esas zonas no se sigan convirtiendo en fortalezas criminales.
Autonomía en juego: APPA y la disputa territorial con el Ejecutivo
Otro frente de choque reciente ha sido la vigorosa defensa de la autonomía territorial de Antioquia frente a medidas como las Áreas de Protección para la Producción de Alimentos (APPA), impulsadas por el Gobierno nacional. Rendón ha sido crítico frente a esta declaratoria, calificándola como un mecanismo que viola la autonomía departamental y permite al Ejecutivo central imponer restricciones sobre el uso del suelo que pueden afectar el sector agropecuario local.
“No necesitamos que Bogotá nos dicte qué sembrar ni cómo producir”, ha dicho, advirtiendo que esas áreas pueden convertirse en herramientas de control burocrático centralizado más que de protección real del suelo.
Resistir en redes, disputar narrativas
Rendón ha convertido las redes sociales en un altavoz constante. Desde X (antes Twitter), ha respondido con contundencia a las acusaciones presidenciales. Por ejemplo, en el debate por la muerte de un teniente en Anorí, reprochó que Petro se distrajera con asuntos internacionales mientras la guerra golpeaba en Antioquia: “Mientras usted aprende árabe, nuestros soldados mueren”, dijo.
La polarización crece: Petro le respondió acusándolo de insultar a los que caen en combate, mientras Rendón sostiene que defender su región es una obligación moral frente a un Ejecutivo que ve desde lejos.

Liderazgo del olvido
Rendón no habla solo para los municipios grandes del Valle de Aburrá. Se alinea con las zonas de más sufrimiento, las montañas, los pueblos rurales, los olvidados por la centralidad. Con esa narrativa, proyecta un liderazgo que reclama respeto no como súplica, sino como derecho. Y pone nombre a esa lucha: que Antioquia no sea territorio cautivo de negociaciones que parecen favorecer impunidad o control central.
La voz del departamento se planta frente al poder
En esta batalla política el gobernador no juega al centro tibio. Pone el cuerpo y la palabra frente al poder de Bogotá, recordándole que los territorios tienen voz, memoria y demanda. Si el Presidente impulsa una “paz total” desde alianzas con actores cuestionables, Rendón exige que esa paz se refleje primero en resultados: seguridad, justicia, dignidad para los pueblos.
Andrés Julián Rendón no es solo un gobernador: es el símbolo de resistencia regional contra la indiferencia nacional. Y cada acto de desobediencia institucional —cuando el centralismo lo exige— es una afirmación de que Antioquia no acepta ser tratado como extensión subordinada del poder de turno.

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